Blog

Cómo conseguí desconectar en vacaciones del despacho

Desconexión del despacho en vacaciones

Soy abogada de familia desde hace 12 años y reconozco que en todos estos años no he podido desconectar totalmente en vacaciones del despacho.

Correos, audios de whatsapp y mensajes prácticamente a diario.  En los últimos años mi nivel de estrés se ha agravado aún más y necesitaba de forma acuciante esa desconexión total que indican los expertos para funcionar al 100% durante el resto del año.

Decidí ponerme a ello este verano y recién terminadas mis vacaciones, puedo decir que al fin he podido disfrutar por completo de mis dos semanas de desconexión digital.

¿Cómo lo he conseguido?

En un primer momento, hice una reflexión de los asuntos que tenía abiertos que podían ser potencialmente urgentes e inaplazables, por ejemplo un posible  incumplimiento de medidas en la entrega de los niños en un asunto de familia. Los anoté en una lista. Observé que la lista se reducía drásticamente.

En segundo lugar, medité sobre el resto de asuntos. Aquellos para los que me conectaba a diario.  En el peor de los casos, ¿cada cuanto tiempo sería necesario “estar de guardia” para tener a mis clientes asistidos en todo momento?  Resolví la cuestión en que bastaban dos días a la semana y media hora para revisar correo y móvil. Estos días fueron concretados en martes y viernes de 13 a 13.30 horas.

Para llevar a cabo este proceso de “desconexión” de mi hábito de estar pendiente en todo momento de los correos, audios y whatsapp de mis clientes, puse en marcha una herramienta llamada “plan de acción” a la que llamé “detox móvil en vacaciones”.

Mi asesora Patricia me explicó el papel que la dopamina, la hormona de la recompensa, ejerce en nosotros, y que nos hace una vez que hemos asociado la recompensa al acto de coger el móvil, que actúe como una droga. Era necesario por tanto romper la asociación de recompensa con este hábito y sustituirlo por otras ocupaciones que funcionaran a modo de distracción. Me enfoqué en enseñar a jugar al ajedrez a mis hijos, en leer una novela y dar paseos con mi pareja.

Mi plan de acción necesitaba una recompensa tan motivadora, que me hiciera más fácil romper con ese hábito que me estaba haciendo tanto daño, y que me estaba impidiendo disfrutar de mis semanas de bien merecido descanso.

En mi caso, tengo que confesar que en un principio me resultó difícil hallar aquel premio que deseara con tantas fuerzas, que ejerciera de efecto disuasorio cuando la tentación de coger el móvil surgiera (y tal como me dijo Patricia, surgió, pues romper un hábito no está exento de dificultades).

Recordé que desde hace años he querido visitar a una amiga que reside en el extranjero y que viene a veranear todos los años a España, a unas 3 horas de mi lugar de residencia. Nunca me he dado el placer de ir a visitarla por no tener tiempo. Tomé conciencia de que eran excusas que mi propia mente me planteaba para seguir con mi hábito de estar siempre ocupada. “Soy una workaholic” pensé. Este será mi premio. Mi recompensa por realizar mi plan de acción será ir a visitar a mi amiga.

Patricia y yo diseñamos en plan de acción: Tenía que estructurarse con objetivos diarios, horario, medios de ejecución (aquellos elementos tangibles que iba a necesitar). Por ejemplo en mi caso, al no disponer de móvil personal, tuve que desviar mis contactos personales al teléfono de mi marido y avisar a todos mis contactos personales que mi móvil estaría inactivo durante dos semanas. Él fue sin duda un gran aliado.

Recuerdo que el primer día, incumplí el plan. Un cliente tenía unas dudas sobre un despido, y una vez abierto el ordenador, comencé a contestar correos, llamadas… ninguna que no pudiera esperar dos semanas, pero mi estrés, mi dependencia, mi dopamina, ya estaban servidos.

Recuerdo que incluso sentí vergüenza por tener que dar el Check in a Patricia de mi fracaso del plan de acción.

Tomé conciencia de cómo era mi nivel de dependencia. Entonces tomé la firme determinación de esconder mi móvil al fondo de un cajón, allí donde no pudiera tenerlo a la vista. Comencé a pensar en el momento ilusionante en el que vería a Solveig, mi amiga noruega. Visualicé con todo detalle nuestro encuentro, nuestro abrazo, a qué cafetería la llevaría, con qué regalo la obsequiaría.

Dos semanas más tarde, puedo decir, que he conseguido desconectarme de mi dependencia al despacho. Dos veces al día durante media hora atendí los correos he podido comprobar que apenas han necesitado una respuesta inmediata. El año que viene incluso contemplaré la opción de dejar a una persona de guardia esas dos semanas de “detox” tan necesarias para mi salud.

Y… visitar a Solveig… una maravillosa recompensa.

Gracias Patricia por tu inestimable ayuda, me has cambiado la vida.

                                               Paula R., abogada de familia, 15 de agosto de 2021

ÚLTIMAS NOTICIAS

SERVICIOS