Ya no me siento culpable por decir que no

María José J. es funcionaria de justicia. Nos llamó por que se sentía quemada en su trabajo. Ésta clienta tan querida para nosotros ha realizado un proceso tan enriquecedor en su vida, que nos pareció clave incorporar su testimonio, algo a lo que ella accedió con la amabilidad que la caracteriza. A continuación reproducimos sus palabras en las que nos relata su experiencia de cambio:
“Me acerqué al coaching a fin de organizar mis ideas y dar un salto importante en el terreno laboral. Lo que comenzó como un proceso centrado en el plano ejecutivo derivó en una impresionante transformación personal. Replanteé mi escala de valores y reaprendí a mirar el mundo con ojos curiosos. Había olvidado cómo sacar partido a esos momentos mágicos que parecen casualidades, pero que, en realidad, suceden por alguna razón.
Mi valía como persona no depende de mi estado de ánimo ni de lo que otros opinen de mí
He escapado de la trampa del perfeccionismo. En el pasado, me atormentaba pensar que alguna tarea finalizada podría mejorarse, o que mis amigos y compañeros me querrían menos si no daba el máximo de mí. Hacía favores incluso cuando no me apetecía o se trataba de materias que ignoraba, simplemente por agradar a quienes necesitaban de mí. En la actualidad, no me siento culpable por decir que no, y tampoco temo perder el afecto de quienes me rodean sólo por no amoldarme a ellos. Me he zambullido en un arduo trabajo de fortalecimiento de mi autoestima, porque no es posible estar siempre al 100%, pero he interiorizado que mi valía como persona no depende de mi estado de ánimo ni de lo que otros opinen de mí.
Ya no bloqueo mis emociones ni me avergüenzo de ellas
Mantengo la mente abierta y escucho con verdadero interés lo que los demás me cuentan: no escucho para responder, sino para entender. Ahora sé que debo comprender al otro antes de pretender ser comprendido. Es maravilloso que las personas se acerquen a mí y se abran en canal, aceptando esa fase dolorosa que hay que experimentar para crecer. Yo también lloro cuando lo necesito, y es que ya no bloqueo mis emociones ni me avergüenzo de ellas. Las identifico, las gestiono, las acepto y las dejo marchar, agradeciéndoles la información tan relevante que me proporcionan.
Quiero subrayar que, durante mi proceso de coaching, he aprendido a dar las gracias con humildad y a sentir auténtica compasión por aquellos con quienes antes discutía o cuyo comportamiento me molestaba. Todavía estoy trabajando en ello, pero soy una persona mucho más empática y paciente.
Ahora focalizo la energía y atención en mí y en lo que puedo controlar
He modificado mi perspectiva sobre diversas situaciones y circunstancias, así que ahora focalizo mi energía y atención en mí y en lo que puedo controlar, y no en factores externos. El coaching despertó la fuerza latente que dormía en mi interior y me impulsó a llevar a cabo acciones concretas, dado que tenía cierta tendencia a procrastinar. Por miedo o inseguridad, por ansiedad o por tristeza, lo cierto es que tenía muchas ilusiones y proyectos que no llegaban a materializarse. Puedo asegurar que he avanzado más en un año, tanto a nivel personal como profesional, que en los diez años anteriores”.